Río Tercero ciudad obrera: Un homenaje a los mártires de Chicago

A algunos nos costó mucho esfuerzo poder ver el rostro oculto de nuestra ciudad, otros inclusive todavía hoy lo siguen discutiendo.
Me refiero al carácter proletario de Río Tercero.
Podríamos decir que la historia de toda ciudad esta ligada al génesis del dominio, y este, nunca pudo abstraerse de la necesidad de hacer épico su origen, es así que toda ciudad que “se precie” como le gusta decir a los escritores, tiene necesariamente su mito de fundación, un relato que la hace distinta, única, poderosa e impoluta.
Así tenemos la leyenda de Gilgamesh, la de Rómulo y Remo, o inclusive los cuentos más bizarros de la fundación de Córdoba o de Buenos Aires no dejan de tener su aire heroico.
Río Tercero no podía dejar de lucirse en este aspecto, más con las "tremendas plumas" que posee y ha poseído desde tiempos inmemoriales.
Todas esas leyendas de arriba, acechan doblemetne a los subyugados, como dijo W. Benjamin: “El peligro afecta tanto a la tradición como a quienes la reciben. La misma amenaza pende sobre ambos: la de llegar a ser instrumentos de las clases dominantes. (...) ni siquiera los muertos estaran a salvo del enemigo si este gana. Y este enemigo no ha cesado de ser victorioso.”
Entonces es claro que en el forjado mito riotercerense, a costilla de tantos sufrientes, no aparecen los obreros, solo hay lugar para héroes fundadores, pioneros desinteresados.
A tal punto que, no se el caso de ustedes, a mi me costó una enormidad encontrar a los peones galponeros, las mujeres sirvientas y los prontos obreros de Fábrica Militar en la “otra” historia de Río Tercero, la que aun no se escribió.
En el siguiente relato, se podrá hechar mano a uno que ayuda aguantar la inercia del “viento del progreso” que todo lo oculta.
El que les propongo, es un texto que escribió un obrero de Fábrica Militar y que como buen bloguero que soy, le robé a Roberto Britos.
Leerlo es un dulce momento, sobre todo, al pronunciar la cadencia de los nombres de viejos obreros que hicieron a Río Tercero.
Pero también se puede hacer una observancia etnológica y ver rastros de cómo se manifestaba el paternalismo fábril del estado de bienestar argento en el año 1944: militares, auxiliares capataces y obreros campesinos que se proletarizaban vertiginosamente en la medida que el viejo sistema agro exportador se iba desmoronando y a su vez se tecnificaba el agro.
Pero el dato de “antropología fabril”, si me dejan apelar a este exceso, es descubrir o comprobar los procesos de resistencias de aquellos tiempos y en esos lugares.
Simplemente con una lectura atenta de este ameno y descriptivo relato de Roberto Britos, sobresale muy iluminado un acontecimiento.
La guerra con comida. La guerra con comida a las autoridades.
¡Todas las lecturas que desde ahí se pueden hacer para recuperar pedazos de nuestra identidad borrada!
Juro que esta anécdota que relata en el cuento nuestro entrañable escritor, me hubiera parecido un hecho más, curioso, pero intrascendente si es que no hubiera escuchado la misma historia de boca de viejos obreros de Dálmine.
Otra fábrica localizada en una hermanita gemela de Río Tercero, la ciudad de Campana de la provincia de Buenos Aires.
Salute compañeros.

1944 - PRIMER ANIVERSARIO[1]
por Roberto Britos
El 3 de junio de 1944, el Director de la Fábrica Militar organiza un asado para festejar el primer aniversario de producción de granadas 7,5 mm. y 10,5 mm sin interrupción y sin accidentes. Fue todo un éxito por ser el comienzo del funcionamiento de nuestra Fábrica.
Don Agustín Matorras, Director en ese entonces, ordenó a uno de los Jefes Jerárquicos de Talleres para que preparara a un grupo de asadores para el día de la fiesta.
Don Marciano Melo fue el encargado de dicho evento.
El lugar sería el ya famoso Taller de Forja y Temple, así llamado en sus comienzos, o también conocido dentro de Fábrica como “El Taller de los negros”.
Don Marciano eligió a los más conocedores en la materia, acerca de asados campestres.
Componían dicho grupo, el “Morocho” Rogelio Noriega, el “Pichón de indio” Caballero, Pepe Miraglia, el “Curtido” Arias, el «Gringo» Dalloveres, el «Pichón» Cagnolatti y otros que en este momento escapan a mi memoria.
Las parrillas eran «rastras» que se utilizaban en los campos, las que fueron prestadas por algunos vecinos del lado sur de la Fábrica Militar.
El fuego se hizo desde el frente de la Sala Hidráulica, hasta el portón norte del Taller cercano al primer Taller de Carga, donde solían entrar los trenes con materiales para forjar.
El Servicio de Seguridad estuvo a cargo del Jefe de Portería Civil señor Juan Casanave, de los bomberos al mando del suboficial Pedro Ferragatti y dos operarios bomberos.
La concurrencia fue numerosa; aproximadamente 400 personas. Se hicieron presentes además autoridades del pueblo, las que fueron invitadas especialmente para este acontecimiento que se realizaba por primera vez en la historia local.
Don Marciano Melo y sus subordinados transpiraban “la gota gorda”.
Para la hora del almuerzo, nuestro Director se hizo presente, saludó a los invitados, dijo unas palabras de agradecimiento y comenzó “la carga de la brigada ligera”.
Al murmullo inicial siguió un silencio total.
Los operarios Luis Dalloveres y Rodolfo De Luca, glorias del boxeo en sus épocas, junto con “Paco” Miraglia, gran ciclista cordobés, se desempeñaban como mozos de los invitados especiales. Lucían unos sacos blancos, prestados por mozos del pueblo, haciendo distinción y “pinta” ante las autoridades a las que ellos servían.
Donde estaba más animada la conversación era en la mesa de los operarios de los distintos Talleres.
Don Juan Casanave observaba atentamente el desarrollo del almuerzo. De vez en cuando, saboreaba algún bocado del exquisito asado.
Don Marciano, se sentía feliz de haber cumplido con la misión encomendada.
Poco a poco se iban apagando las conversaciones. Era señal de un pequeño resuello.
A las 14, llega la segunda «carga de la brigada». Consistía en las empanadas.
Coincidió también con la llegada del fotógrafo. Al pedir el «retratero» que posaran para la posteridad, una empanada dio en la cámara justo en el momento del “fogonazo”.
Ese fue el inicio de los «misiles con carbonada».
Don Juan, no podía localizar de donde venía tremendo ataque.
Todo esto ocurrió cuando se retira Don Agustín Matorras, con sus invitados y allegados.
Después de esto la “batalla” se generalizó. La habían iniciado los personajes conocidos y famosos en el Taller de Forja; el «loco» Raffo, el «gallego» Cerqueira, el loco Maurino, el “gringo” Arrese, el “loco” Torres, el “perro” Toscano y otros.
Todos ellos fueron mis mejores compañeros. A través de esta anécdota los recuerdo con cariño y respeto, porque forman parte del primer aniversario. Varios de ellos ya no están entre nosotros, pero viven en la nostalgia de ese lejano 1944. Parece que fue ayer...
[1] BRITOS, Roberto. Algo para Recordar, Enero de 2006. Río tercero. Editado solo con el esfuerzo del autor y sin ningún apoyo oficial.

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