Libros si, cajones no


Las prácticas funerarias de alguna manera nos constituyeron como seres humanos.
La muerte, paradójicamente, inscribe a la humanidad.
La materialidad del triste pero inexorable fin del hombre y la mujer, su aspecto social fue tan determinante que la misma historia de las religiones, inclusive de la política, no puede evadirse de su influjo, y de los ritos funerarios por ende.
En estos días, después que pasó el temblor del postmodernismo y sedimentaron las conclusiones, en la emergencia discursiva de un mundo de prácticas culturales hiperfragmentadas, por ejemplo, fragmentación del trabajo, fragmentación de las gustos y apetencias sexuales, heterodoxia religiosas varias, heterodoxias políticas varias, resurgimiento de los relativismos étnicos, y otros muchos aspectos en que aparentemente lo desarmado, lo "deconstruido" es lo que priva; en tanto, las prácticas funerarias, por lo menos en nuestra querida ciudad, son absolutamente homogéneas: un cementerio, al que se le suman otros privados, una pocas y monopólicas empresas de servicios funerarios, con una estética y ritos bien uniformes en lo esencial, en algunos casos un poco más religiosos, otros más laicos, con flores, o sin coronas, pero casi todos ocurren con un velamiento, en un cajón, con sufrientes, con visitas y respetuosos cumplidos sociales, con vestimenta de ocasión, candelabros plateados y góticos, un coche negro, ahora motorizado, que dirige una caravana necesariamente, a veces de muchos autos último modelo y otras de pocos y viejitos o con la reciente irrupción de caravanas de motos para los más pobres, corporizando en esta ocasión lo inocultable.
En fin una práctica bastante igualitaria para toda la sociedad, salvando las distinciones de clase, pero costumbre que insume y tiene costos, desgraciadamente.
Tomando en referencia un informe un tanto "preinflacionario" de la Voz del Interior, el costo del servicio ofrecido por estas empresas sería no menor a dos mil pesos.
Como vimos con el imperativo cultural de casi una práctica obligada, erogar dos mil pesos por un servicio fúnebre muy posible de calidad ínfima, es aun así inalcanzable para segmentos importantes de nuestra población.
Es ahí donde lo indiferencia de los sistemas de dominación vigentes son evidentes, más allá de una raquítica asistencia en unos "5 o 6 casos mensuales", al menos por lo publicado, no existe una verdadera política por parte del estado para cubrir un universo de alrededor de 15000 personas que necesitan de algún tipo de cobertura de esta naturaleza - en un rápido calculo del 35 % de pobreza sobre 40000 hab.
Por fin hace unos años en el debate social, surgió el pedido de que se solucionara esto (ver aquí), de manera que se hiciera funcionar una sala velatoria descentralizada en Bario Parque Monte Grande - Bº PMG - sostenida, no olvidemos, por el esfuerzo de toda la comunidad y sólo ejecutada por la municipalidad.
Previendo, su de alguna manera dificultosa reelección, el intendente municipal prometió ya desde el 2006, tan imprescindible realización, el proselitistismo iniciático ocurrió en una actuación, "que contó con la [colaboración] del folclorista Peteco Carabajal y del músico local Guillermo Viglieca" (ver aquí).
Y fue, posteriormente, efusivamente promocionado a lo largo de toda la campaña electoral, inclusive pasada esta, los medios informaban de su realización concreta y los montos - 70000 pesos - que demandó su construcción (ver aquí y aquí).
Detalle que el fotógrafo no descuidó en resaltar en primer plano (clin caja), que esa sonrisa maligna "construye" la sala.
Pero… en declaraciones radiales recientes Carlos Ferreira, el presidente de la comisión vecinal de Bº PMG, sostuvo que por presiones, no precisó cual y de quien, la sala se transformaría en una biblioteca.
Si bien estamos a favor de la emancipación intelectual de los vecinos del barrio, y la biblioteca es una buena herramienta para ello, nos parece que no hay contraposición alguna entre ambas, y que si no se viabiliza el funcionamiento de la sala velatoria se defraudaría, una vez más, a los vecinos, incumpliendo, como es frecuente las promesas de parte de los políticos.
Seguir dejando desamparados a las mujeres y hombres que no pueden acceder a un servicio fúnebre mínimo, es índice de la descomposición y el desinterés de los grupos dirigentes para con un sector amplísimo de la sociedad al que únicamente lo ven como reservorio de mano de obra barata algunos, y otros como reservorio de votos exclusivamente para echar a mano en épocas electorales.

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